En un pequeño pueblo quechua enclavado en lo alto de las montañas vivía Phaway, un menudo y risueño muchachito, que siempre correteaba entre las callejuelas de la aldea, con los brazos extendidos y la cabeza alta, moviéndose como si volara por encima de la cordillera andina. Los vecinos se apartaban constantemente de él, para evitar que chocara con ellos, y sus amigos le habían dejado por imposible, porque a cada momento estaba, como él decía, practicando el vuelo.
– ¿Cómo puedes comportarte como un tonto, y permitir que todos se burlen de ti?, le preguntaba cada noche su padre, que era además el jefe de la aldea, y se sentía doblemente ofendido con el comportamiento de su hijo.
– Porque cuando voy con los brazos extendidos, me imagino que vuelo como un águila que surca los cielos. Puede que cuando me pusisteis de nombre Phaway, que significa volar, me inspirasteis a soñar con lograrlo.
– Eso son tonterías, respondía muy enfadado su padre. Pronto cumplirás 14 años, espero que te conviertas en un muchacho sensato, y que esa obsesión absurda desaparezca. ¡Mira a tus amigos y compórtate como ellos!
Desde el día de su 14 cumpleaños, Phaway empezó a ser un muchacho distinto, ya no correteaba por las callejuelas entre la gente, y todos creyeron ver en él al adolescente que esperaban que fuera. Pero él siguió manteniendo su sueño en secreto. Y cada mañana, mucho antes de que despuntara el alba, salía de su casa y se alejaba de la aldea lo bastante para que nadie lo siguiera. En una zona alta desde la que se divisaba el valle, rodeado de montañas, allí extendía los brazos y los sentía como las alas emplumadas de un águila real, y se movía como si se elevase cada vez más alto. Hasta que un amanecer se dio cuenta de que una gran águila le observaba desde cierta distancia.
Entonces ocurrió algo sorprendente… El águila se aproximó hasta donde él se encontraba, se situó sobre un peñasco, y ante su asombro, le pregunto:
– ¿Por qué llevas tanto tiempo imitándome? Si ni siquiera te levantas del suelo.
– Te imito porque me encantaría poder volar. Y no puedo hacerlo, porque soy un muchacho, y las personas no podemos volar.
– Entonces, ¿porque sigues intentándolo?
– Porque, aunque me dicen que es imposible, ese es el sueño más grande que tengo.
El águila levanto el vuelo, y al pasar sobre él, le dejo caer una hermosa pluma negra con la punta muy blanca. Y le dijo: “Cógela. Es una pluma mágica, si la sujetas fuertemente entre tus brazos, podrás volar”
Phaway la tomó del suelo como si hubiera encontrado el mayor tesoro, la acarició con devoción, y sin pensarlo, la colocó bajo su brazo derecho, sujeta a su grueso jersey de lana de llama. Abrió los brazos y empezó a moverlos, y lentamente se alzó del suelo. Al principio estaba inseguro y temeroso, pero a medida que se daba cuenta de que de verdad volaba, se confió y se llenó de gozo, un sentimiento que nunca antes había sentido. Y se alzó por encima de las montañas, del rio que surcaba el valle. Pudo sentir el viento entre sus brazos, que ahora parecían alas, y la punta afilada de sus dedos era blanca. Notaba el suave giro de sus movimientos, y el aire acariciando su rostro y veía un mundo nuevo a través de su vista de pájaro. Surcó los cielos mientras hubo luz suficiente, no quería parar. Al medio día, descendió, y planeó suave sobre su aldea, para que todos le observaran, y le vieron, y se quedaron pasmados, no podían creerlo. Allí estaba Phaway volando sobre ellos.
Cuando el día dio paso a la noche, descendió en el lugar donde se había encontrado con el águila real, que le esperaba majestuosa.
– Gracias hermana águila, le dijo Phaway con profunda solemnidad, porque al regalarme tu pluma mágica, me has hecho la persona más feliz de la tierra. He podido cumplir mi gran sueño, ser un hombre pájaro.
– Me alegro de que hayas cumplido tu sueño. Pero he de decirte que la magia de la pluma que te di, en verdad estaba en tu propia confianza y el valor en ti mismo. Durante mucho tiempo dejaste que te dijeran que era imposible, y así te arrebataron tu sueño. La magia siempre estuvo en ti. Solo cuando creíste que podías hacer posible lo imposible, lo lograste.
La magia de esta historia está también en tu vida, pues el poder para conseguir tus sueños, por muy grandes que estos sean, se encuentra en el poder de tus pensamientos, junto a la fuerza de tu corazón, porque cuando están unidos, son los que crean la realidad que tú desees.
El Mentalismo, que es la primera Ley de Universo, dice que todo comienza en la mente, con una idea. Y puesto que los pensamientos son vibración y energía, si enfocas tus pensamientos en eso que quieres, eso será lo que obtendrás.
Mientras que el poder del corazón mueve nuestra energía más pura y poderosa, que es el amor, que nos inspira y nos hace creer en nosotros mismos.
Por eso es importante que seas consciente de tu manera de pensar, y que con frecuencia observes que tipo de pensamientos estás generando. El Universo no entiende de positivo o de negativo, solo interpreta la intención, y eso es lo que atraes. Porque lo semejante atrae a lo semejante.
Si piensas y deseas con regularidad: “quiero llevarme bien con mis compañeros de trabajo”, obtendrás armonía en todas las facetas de tu vida. Si por el contrario tu pensamiento gira en torno a: “En mi oficina hay un ambiente muy malo”, y te centras en esa negatividad, verás la situación cada vez peor y te sentirás mal.
Los pensamientos se trasmiten como la voz, a través de ondas, así que genera vibraciones positivas de pensamiento y sentimiento desde el primer momento del día, y toda tu jornada será maravillosa. Si te enfocas en lo positivo conseguirás lo que anhelas.
Pero has de tener muy en cuenta que el pensamiento o idea, sin más, se queda en una utopía. Si quieres que tu sueño se haga realidad, has de entrar en acción. Márcate un objetivo y un plan para lograr tu sueño, luego actúa y persevera y lograrás tus metas.
*Ahora obsérvate…
– ¿Como son la mayoría de tus pensamientos?
– ¿Están en armonía tus pensamientos y sentimientos?
– ¿Qué obtienes más, lo que piensas o lo que sientes?
* Empieza por crearte un día feliz. Inténtalo, no pierdes nada, y puedes ganar mucho:
Pon el despertador unos cinco o diez minutos antes de lo acostumbrado, para que te dé tiempo a recrearte con tu imaginación. Visualiza como quieres que sea tu jornada, como quieres estar en tu trabajo, con tus jefes y compañeros, con tus socios o clientes. Como deseas recibir a tu familia: a tus hijos, a tu esposo/a. Piensa como será ese café o cerveza con tus amigos, y llénalo todo de oleadas de dicha, rodéate de amor, aunque ahora mismo no lo sientas, porque la Providencia te traerá multiplicadas todas esas vibraciones positivas que entregas a la vida.
Un abrazo
Sara